domingo, 27 de febrero de 2011

¡No miréis!

La televisión de Libia, como la de Egipto o Túnez, consiste en un par de canales, ambos oficiales, pero desde hace algún tiempo, muy alto, sobre sus cabezas, un satélite de comunicaciones retransmite la señal de las cadenas de otros países, de modo que la señal llega a las miles de antenas parabólicas que han crecido en las azoteas del Magreb; entre ellas, la señal de Al-Jazeera, la principal cadena de televisión del mundo árabe. En Al Jazeera se habla el árabe literario, que entienden en todos los países de origen árabe, pero de un modo popular, como lo habla la gente del pueblo; sus presentadoras salen si velo; hay debates sobre todo tipo de temas y en ellos se escuchan todo tipo de opiniones y, además de rezos, hay programas de entretenimiento. No es la CNN, con sus visión norteamericana del mundo; no es el putiferio de las televisiones de Berlusconi, no son canales extraños a su cultura, pero es un canal independiente en el que se entretiene y se habla libremente. Y la libertad tiene un poder de transformación impresionante.
En estos días, Gadafi, el hombre que comenzó siendo un revolucionario que luchó contra una monarquía feudal y un líder que convirtió a un conjunto de tribus de pastores nómadas en un país con los derechos básicos garantizados para toda la población; el hombre que llevó el agua al desierto y escribió el Libro Verde buscando una vía islámica hacia el socialismo; Gadafi, que ha terminado siendo un loco convencido de que el país es suyo; un patético fantoche sanguinario dispuesto a morir matando, a destrozar un país que ha creído que es su juguete antes de perderlo, ordena a la gente que no mire Al Jazeera, como ya lo hizo antes Ben Alí.


¡Qué impotencia deben sentir los tiranos modernos, incapaces ya de cerrar fronteras, dictadores que han convertido sus países en mazmorras y han perdido la llave! ¡No hay llaves! Y sólo les queda esa infantil e inútil orden: "¡No miréis!".
Es, en mi opinión, lo mejor de este tiempo que nos ha tocado vivir. Las nuevas tecnologías, que se inventaron para la conquista y la guerra, se han convertido en armas en manos de la gente para intentar conocer la verdad. Y el ansia de verdad, como el de libertad, no tiene vuelta atrás. 
Sólo el dinero puede acallar la verdad, prostituir la transparencia comprando medios, pero seguirán apareciendo Napsters, Wilileaks, Al-Jazeeras... Los ciudadanos vamos a seguir mirando.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Un nuevo Mayo del 68

Lo explica el analista Jorge Dionisio López en la última revista Es: "España tiene un fuerte problema generacional. La generación de los 40-50 llegó al poder en los 70 con el cambio de régimen. Fueron como los chicos del maíz; mataron a sus mayores llamándolos franquistas y, con 20 ó 30 años, dirigían periódicos o ministerios. Y sigue ahí. Ahora, matan a sus jóvenes llamándolos inexpertos, frívolos o posmodernos. Es lógico que no acepten el cambio generacional; nadie lo hace". En el campo laboral, "la generación de los años 40-50 tiene mucho que defender: contratos fijos, convenios colectivos, (pre)jubilaciones aseguradas, etc. Son cosas que, para los tipos de 40 para abajo, son extrañas". Habría que añadir que los padres tienen el piso pagado mientras los hijos se han hipotecado de por vida en un piso sobrevalorado que ahora, probablemente, perderán. Habría que añadir que la revolución que ha marcado sus vidas, la digital, la regulan los primeros (véase Ley Sinde, por ejemplo) en tanto que quienes realmente saben hacer uso de ella son los segundos, que han nacido con el ordenador ya en las manos. Y añadiría también que esta situación no es exclusiva de España sino que, de algún modo, tiene mucho que ver con lo que está pasando en el Magreb y otros países árabes y que allí se hayan decidido a movilizarse tiene mucho que ver con el hecho de que en esos países haya una sociedad con muchísimos más jóvenes que aquí.
Yo creo que el mundo se está debatiendo en un gran cambio que tiene mucho que ver con la necesidad de relevo entre dos generaciones muy diferentes, tan diferentes como la nuestra y la de nuestros padres, a la que también hubo que arrancarles del poder con un Mayo del 68 que, en mi opinión, tiene muchas características similares al actual, incluida la indefinición, a medias voluntaria y a medias no, en los propósitos de las revueltas juveniles, sólo que sustituyendo los adoquines por los twits.

jueves, 17 de febrero de 2011

Renovar-educar-construir

Ésta es la fórmula en la que resume Obama su política en el informe anual a la nación, poniéndo el énfasis en la educación. Y sobre la educación dice tres cosas que me parecen importantísimas y muy bien expresadas: "Los maestros deben obtener y merecer respeto", "no hay excusa para un mal profesor" y "el buen magisterio es una necesidad nacional".
Creo que todo el mundo coincide en la importancia de la educación, pero creo que se trata de una de esas frases hechas de las que no se tiene consciencia de toda su trascendencia. En la educación está la base, no sólo de la convivencia (que no es poco) sino del funcionamiento de todos y cada uno de los sectores del país; con la educación se decide qué tipo de persona va a ser en el futuro el niño de hoy y cómo va a ejercer su profesión. En fin, todo. 
¿Cómo es posible, entonces, que la carrera de Magisterio sea, en España, la que requiere una nota de entrada más baja? Eso la convierte en el objetivo de quienes, teniendo cualquier otra vocación, se hacen maestros sólo porque no han conseguido la nota suficiente o, sencillamente, son malos estudiantes. Sin vocación entran y sin vocación salen a un trabajo extremadamente complicado, que requiere talento, conocimientos, un reciclaje continuo y, desde luego, lo primero que les falta: ganas. 

Últimamente, los maestros se quejan constantemente de los padres de sus alumnos, y con razón, pero ¿nos parece admisible que un periodista mienta para complacer a los lectores, que un médico recete la medicina menos adecuada sólo porque es la que le pide su paciente, que un abogado aconseje mal a su cliente para no quitarle la razón, que un arquitecto firme un mal proyecto para no desairar al constructor? Si no justificamos que un político tome decisiones que sabe desacertadas sólo para no perder votos, ¿por qué justificar que los profesores se laven las manos para no enfrentarse a los padres? No todo lo que es comprensible es justificable.
¿Cuándo va el Gobierno a tomarse en serio la carrera de Magisterio, a exigir a los maestros el máximo nivel, no sólo en la carrera sino luego, en el ejercicio de su profesión, obligándoles a una formación permanente y, por supuesto, recompensándoles con un buen sueldo y un apoyo constante?
Eso respecto a los maestros, porque respecto a la Universidad... ¡eso son palabras mayores y creo que lo primero que se debería hacer es, de plano, suprimir la mitad de las universidades, que obviamente sobran (hay un 13% de facultades casi con más profesores que alumnos), y anular la autonomía universitaria que no ha dado lugar más que a la creación de un montón de pequeños universos endogámicos, opacos y cerrados.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/mensaje/Obama/elpepiopi/20110213elpepiopi_5/Tes

martes, 15 de febrero de 2011

140 caracteres

A menudo oigo comentarios como "ya no hay quién entienda la política". La gente muestra su impotencia para comprender un sistema, aparentemente, cada vez más complejo. Pero, a pesar de esa manifiesta incomprensión, esas mismas personas no dudan en exponer sus opiniones sobre todo o casi todo, y no en su círculo de familiares o amigos íntimos, sino públicamente. Bien, me parece bien, por supuesto, que todo el mundo opine de lo que le parezca, sobre todo si es sobre cosas que surgen de su propia experiencia, pero tengo más que comprobado que, en muchos casos, quienes no entienden es porque no se molestan lo más mínimo en entender. Es decir: no leen.
Yo no tengo ebook, me encanta el papel (aunque preferiría que todo fuera reciclado), incluso para tocarlo y olerlo, pero encuentro fútil la discusión sobre si es mejor el soporte de papel o el electrónico. Lo cierto es que no se leen libros ni en uno ni en otro, y me refiero ahora a los libros de ensayo, ésos que nos explican por qué suceden las cosas. Les aseguro que los hay suficientemente sencillos como para que estén al alcance de cualquiera (incluida yo, que tengo una formación desordenada y claramente insuficiente) que realmente desee entender.
En lugar de leer libros, mucha gente, sin embargo, se pasa el día leyendo los mensajes de las redes sociales (yo diría que hay quienes viven en ellas), participando en foros de debate sobre casi todo tipo de cosas, pero, ¿qué demonios puede realmente explicarse en 140 caracteres; qué asunto de alcance, como la crisis económica, puede ser documentado y argumentado en ese espacio?



No tengo reticencias a las redes sociales (son un medio de comunicación fascinante y participo en ellas), pero sí contra el hecho de que, cada vez más, monopolice la información y sustituya el debate. En mi opinión, están cobrando un poder excesivo, como el del gigante con pies de barro. Y, así, no me extraña que, como se afirma, hayan sido las protagonistas de las revoluciones del Norte de África. Las redes sociales se han hecho tan fuertes que son capaces de derrocar a los tiranos... ¡estupendo!... pueden destruir, ¿pero pueden construir?
De momento, en Túnez se está produciendo un éxodo masivo y en Egipto gobierna el Ejército.
Los manifestantes argelinos tienen como objetivo nada menos que echar abajo el sistema (ciertamente, el sistema es injusto en su raíz y lo es aún más desde que, tras la caída del Muro de Berlín, no tiene competidor frente al que oponer cierta supremacía moral), pero no se menciona con qué otro sistema quieren sustituirlo.
El tiempo dará la respuesta a estas inquietudes, que, ojalá, sólo sean eso, pero mucho me temo que no pueda crearse un sistema nuevo en tan sólo 140 caracteres.

sábado, 12 de febrero de 2011

¿Quién gana las revoluciones?

En estos momentos intento no hacer otra cosa que disfrutar del triunfo de la rebelión popular egipcia. Apenas se ha apagado el eco de las voces tunecinas, y ahora Egipto, que son palabras mayores, pues es bien sabido que se trata, a diferencia de Túnez, de un país de interés estratégico para los intereses del Imperio. La imagen de ese pueblo en la calle, jugándose la vida pero poniendo por encima su voluntad inquebrantable de echar al tirano, de apostarlo todo por esas grandes palabras que ya nos sonaban manidas, como libertad, justicia, democracia, pero que han resultado seguir siendo un poderoso motor en manos del pueblo... en fin, esa imagen, que ahora estoy segura de que se repetirá en más países, es un esperanzador contrapeso a la desolación que causa vivir en un sistema cruelmente injusto, gobernado por banqueros sin escrúpulos y que, obviamente, va a peor.
Eufórica por tan emocionantes noticias, sin embargo, no puedo evitar la inquietud por el futuro. Y es que, históricamente, las revoluciones las hacen los pueblos pero no las ganan ellos. La revolución francesa la hizo el pueblo hambriento y oprimido por los nobles, pero la ganó la clase media; la revolución rusa la hizo el pueblo explotado y aterido, pero la ganaron los burócratas. La iraní... ya se sabe.
¿Quién ganará esta revolución que, por cierto, también han hecho las mujeres? ¿Ganarán también ellas?... ¡Bueno, de momento, disfrutemos!

miércoles, 2 de febrero de 2011

Madres solteronas

Antes se decía que había solteras y solteronas, y la diferencia era que las primeras lo eran por elección, en tanto las segundas eran las que no pillaban marido por más que lo intentaran. La diferencia era tan ofensiva como ridícula, porque, ¿dónde está la línea? Por ejemplo, ¿renunciaría una soltera a emparejarse si se enamorara de un tipo hipersupermaravilloso que la quisiera con locura? Si la respuesta es "no", entonces ¿cómo puede decirse que antes de que apareciera Romeo era una soltera por elección? O, si una solterona tiene la oportunidad de emparejarse con un hombre que le convenga pero del que no esté enamorada, y no lo hace, ¿pasa a ser soltera?

En fin, las emociones humanas son demasiado variadas y cambiantes como para encasillarlas.
Pues bien, a estas alturas parece que aún no hemos superado esa absurda clasificación.
Desde hace 23 años, una asociación leonesa, Isadora Duncan, con María García a la cabeza, lleva peleando por los derechos de las madres solteras, ahora llamadas familias monoparentales. Pero, de pronto (hace unos tres años), surge otra asociación llamada Madres Solteras por Elección. Es algo así como diferenciar a las madres solteras entre las pringadas y las pijas.

Ciertamente, hay madres solteras que se quedaron preñadas sin desearlo y a las que el "preñador" dejó plantadas pero, entre ellas, hay miles de casos, de motivaciones y de emociones. También hay madres que se quedaron preñadas deseándolo y que desde el principio prescindieron del "preñador", vía banco de semen o de otras maneras y, de nuevo, estoy segura de que entre ellas encontramos muchas historias personales de lo más dispares, algunas de las cuales seguro que se parecerán más a las de quienes, quedándose preñadas involuntariamente, optaron voluntariamente por prescindir de su pareja.
En definitiva, si se quedaron o no embarazadas a voluntad no influye nada en su condición actual, porque unas y otras decidieron ser madres: ésa es la cuestión. Y si no hay padre porque éste no quiso serlo o porque ella decidió que no lo fuera (tanto si él era un novio más o menos casual o un botecito de semen), el caso es que ellas son madres sin pareja, y ésta es también la cuestión.
Sus problemas son los mismos, sus derechos también deben ser los mismos... Entonces, ¿qué sentido tiene crear una asociación similar a la de Isadora Duncan pero con esa coletilla de "por elección"? ¿Aparecerán otras de madres solteras plantadas y sin novio, madres solteras que no quisimos casarnos con el padre de la criatura, madres solteras que tenemos apoyo familiar, madres solteras incomprendidas, madres vocacionales solteras...?
Obviamente, una asociación debe aglutinar a quienes tienen una situación objetiva común y unos fines comunes, pero me parece una majadería que se cree en función de motivaciones subjetivas.