martes, 24 de septiembre de 2013

Vuelta al cole



Empezó el curso. Ya están los niños y niñas donde deben de estar: sentados en una silla lo más quietos posible (¡ah, qué lejos quedó la Escuela Peripatética!). Se les enseñará una Historia sin sentido, en la que se empieza por unos señores que vivían en cuevas, pero que no se sabe muy bien donde terminan y, sobre todo, qué relación tienen con nosotros; una historia a cachitos, como quien coge un lienzo y pinta un caballito y, cuando está perfectamente pintado, a su lado hace un árbol... pero sin visión de la obra completa. Aprenderán en Science a decir en inglés cosas tan útiles como citoplasma o cloroplastos, mientras en la clase de Inglés el profesor les hablará en español; eso sí, es probable que les enseñe el Past Tense antes de que, en Lengua Española, aprendan a conjugar un verbo. Aprenderán lo que es una célula y las mil y una partes y clases que hay, sin saber nada sobre el origen de la vida ni, mucho menos, su sentido, puesto que no se estudia Filosofía. Van a aprender a tocar el Himno de la Alegría con la flauta, pero no van a escuchar a Beethoven. Van a aprender a hacer todo tipo de recortables y collages, pero no verán un cuadro. Aprenderán a hacer cuentas, sistemas de ecuaciones o raíces cuadradas, pero no lo que cuestan las cosas ni el origen del dinero ni su papel en el sistema en el que vivimos. Harán gimnasia, pero les venderán bollos y refrescos en la puerta. Les enseñarán algo sobre los hábitos de vida saludables, pero les joderán la espalda para siempre con la mochila. Les recomendarán la lectura de algunos libros, pero no les enseñarán a leer el periódico. Y, por supuesto, memorizarán montañas de información, pero no aprenderán a coser un botón, a preparar una comida sencilla y saludable, planchar una camisa o manejar una llave inglesa; es decir, a ser personas autónomas capaces de sobrevivir por si mismas. 


Por la tarde, llegarán a casa con montañas de deberes y serán las madres las que, cuando no hagan de chófer para desplazar a sus agobiada prole de una a otra inevitable actividad extraescolar, tendrán que convertirse en señoritas Rotenmeyer, ocupadas en explicar, ayudar, corregir y, sobre todo, reñir y, claro está, sin tiempo para hablar de lo que realmente les importa. Y, finalmente, las criaturas se sentarán a ver un rato la tele, que les convencerá de que aprender es inútil porque el triunfador es siempre un ignorante; o bien podrán conectarse un rato al Tuenti para dar rienda suelta a su segunda personalidad y vengarse en un ciberespacio sin normas, familia ni ética, mostrándose todo lo soeces, analfabetos, superficiales, exhibicionistas, precoces y hasta crueles que puedan.

La cosa acaba el viernes por la tarde cuando, por fin, pueden ir todos, padres e hijos, al psicólogo.