viernes, 18 de abril de 2014

Tiempo de pasión



En los apasionados años universitarios, algunos amigos se hicieron fanáticos de un equipo de fútbol, otros de un grupo de música... yo, de Cortázar y García Márquez pero, mientras el primero concitaba la misma simpatía entre mi grupo de amigos, el segundo resultaba controvertido, y yo tenía que abogar en favor de sus palabras con la vehemencia con la que otros defienden "unos colores". Mi madre, que descubrió la literatura con "Cinco horas con Mario" de Delibes, encontró la pasión por la literatura con "Cien años de soledad", que permaneció siendo siempre su libro favorito. Sí, ese hombre despertaba la pasión; cómo no, cuando inventó algo como el denominado realismo mágico, que nunca he terminado de dilucidar si convertía la realidad en magia o la magia en realidad.
He de confesar (que no me oigan mis hijas) que esa pasión fue tal que, en una ocasión, entregué mis favores amorosos (el pudor me impide decirlo de otro modo) a un hombre sólo porque, tras muchas negativas, me declaró: "No importa. Esperaré. Esperaré al menos los cincuenta y tres años, siete meses y once días, con sus noches, que esperó Florentino Ariza", en obvia referencia a un libro de García Márquez que él desconocía que era mi favorito: "El amor en los tiempos del cólera".

Pero García Márquez fue, además y sobre todo, una pasión madura. Me "enamoré" de él por segunda vez, no como escritor, sino como periodista. Compartía con José Luis la única y excepcional experiencia de periodismo libre que tuvimos el privilegio de vivir, al frente de Diario 16 Burgos; libre, he de explicar, porque fueron los últimos años de un grupo editorial endeudado que ya no se sabía de quién era y, por tanto, ignorados hasta por nuestros jefes en Madrid y en la apasionante época del Caso de la Construcción y de la verdadera transición a la democracia de Burgos, pudimos hacer periodismo de verdad. Fue él, José Luis Estrada, quien me descubrió al García Márquez periodista y me mostró su famoso discurso ante la Sociedad Interamericana de Prensa, que pronunció en 1996 con el título de "El mejor oficio del mundo", para avalar su teoría de que el talento periodístico no está ligado a la carrera de periodismo sino a otras cualidades que él resumía así: leer, leer y preguntarse siempre el por qué de las cosas. Sabía que lo decía por mí; de hecho, siempre rechazó pertenecer a ningún colegio oficial de periodistas por lealtad a mí: "No pinto nada en un sitio en el que tú no puedas estar", decía. Pero en ese discurso encontré mucho más y, de hecho, me lo aprendí de memoria. Aún puedo citar frases como: "El periodismo escrito es un género literario", "La creación de las escuelas de periodismo fue una reacción escolástica contra la falta de respaldo académico", "La lectura es, para los periodistas, una adicción laboral" (¡cuántas veces repetí esta frase a los chicos y chicas de prácticas!), "La prisa y la restricción de espacio han minimizado el reportaje, el género periodístico estrella, que requiere tiempo, investigación, reflexión y dominio del arte de escribir" o "Hay que rescatar para el aprendizaje el espíritu de la tertulia de las cinco de la tarde", que José Luis y yo llamábamos nuestro café-prensa.

García Márquez se convirtió en nuestro referente periodístico cuando cerró el Grupo 16 y decidimos crear juntos el Diario XXI. García Márquez, fundador de la revista Alternativa, había creado la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano y pensamos que eso era, por encima de todo, el deber de un intelectual. Es importante, desde luego, que un intelectual tenga un compromiso social (mediante la colaboración con causas de tipo social, humanitarias y políticas), pero es al menos igual de importante que tenga un compromiso intelectual, invirtiendo el dinero que gana mediante su arte en una causa que suponga el progreso cultural; ¡y qué causa más importante puede haber que la libertad de información, base de la libertad de opinión, expresión y decisión sobre la que se funda el sistema democrático! De ese modo, recabamos la ayuda económica de los intelectuales burgaleses y he de decir que respondieron afirmativamente los más relevantes, entre ellos Vela Zanetti o Juan Vallejo. La aventura, verdaderamente romántica (¿o he de decir que fue una experiencia de realismo mágico?) no terminó bien, pero eso no la hizo menos necesaria y personalmente enriquecedora.

Hoy es aún más necesaria, y yo quiero aprovechar la muerte de Gabriel García Márquez para reivindicar, una vez más, un periodismo independiente y libre, totalmente imposible mientras los medios de comunicación estén en manos de constructores u otros empresarios que asumen un mal negocio para hacer buenos negocios en otros sectores, mediante la utilización de ese medio de comunicación como arma de presión a las instituciones políticas, es decir, como chantaje puro y duro. No, no hay libertad informativa, no la hay en absoluto ni la habrá hasta que los medios de información no estén en manos de intelectuales. Es más, me atrevo a decir que tampoco hay verdaderos intelectuales si éstos no asumen su responsabilidad intelectual con la sociedad en la que viven.
 
 
 
 
 

martes, 1 de abril de 2014

La niña de Rajoy, tres años después


Una familia, una vivienda y unos padres con trabajo. Eso deseaba Rajoy, hace tres años, a una niña que naciera en España; eso prometía si era elegido presidente. Y como eso le parecía "lo mínimo", iba más allá y le deseaba una educación "tan buena como la mejor", pasearse "por el mundo sin complejos" (no se refería a los que terminan brillantemente su carrera para irse a hacer camas a los hoteles alemanes,supongo) y que la niña en cuestión fuera "un heraldo de la libertad, de la tolerancia y de los derechos humanos, porque habrá crecido en libertad y no tendrá miedo a las ideas de los demás y habrá aprendido a respetar a todos los que respetan la ley"... en clara alusión a su futura "Ley Mordaza". No sigo con la cita porque me emociono, pero recordaré que, en el segundo debate, sintiendo lo bien que le había quedado la alusión a la niña, terminó diciendo: "El otro día hablé de una niña. En esa niña pienso, en esa niña que va a crecer, que tiene que estudiar, que quiere tener una vivienda. Esa niña está en mi cabeza, esa niña es la que mueve mi sentimiento y mi corazón. Esa niña".

Esa niña es hoy, sin duda, parte de los dos millones y medio de niñas y niños españoles que pasan hambre y frío en sus casas. O en casa de los abuelos, porque sus padres perdieron la suya. Esto dice el informe de Cáritas: Hoy hay trece millones de pobres en España; el segundo mayor índice de pobreza infantil en Europa, tras Rumanía; la mayor tasa de abandono prematuro de la escuela; más de seis millones de parados; dos millones y medio de niños en la pobreza. Y el ministro de Economía, en su inmenso cinismo, responde que el error es de Cáritas por publicar ese informe.

Lo que más lamento es que los padres de esos niños, esos adultos desesperados, no saben, en muchos casos, contra quién volcar su desesperación o la vuelcan sólo contra Rajoy sin ver quiénes manejan a ésta y las demás marionetas que pueblan la política nacional. Lo que más lamento es que puede que vuelquen su rabia contra el que está delante en la cola del paro (ése que viene de África a quitarle el sitio) o detrás en la del comedor de caridad. Lo que más lamento es que, muy probablemente, no leerán, ni se informarán, ni se manifestarán, ni votarán. Sólo pueden pensar en cómo encontrar comida; en cómo vencer el frío de esta primavera inclemente.